Cuando tu vida parezca no estar dando frutos, lee esta fábula y recordarás qué es lo verdaderamente importante.
Día a día hacemos montones de cosas, con un motivo último: vivir felices. Pero muchas veces sucede algo que cambia las normas; confundimos la felicidad con el éxito.
Queremos que nuestras acciones den resultado y lo den ahora. Si eso no sucede, sentimos que estamos perdiendo el tiempo, e intentamos algo nuevo. ¡Tiene que ser posible alcanzar la gloria!
En ese constante ir y venir intentando conseguir nuestras metas, terminamos doblemente angustiados: no alcanzamos los objetivos y, lo que es peor, no vivimos felices.
Por eso, en los momentos en que sientas que nada de lo que haces esta dando frutos y la vida se ponga cuesta arriba; cuando tengas ganas de renunciar a todo porque no tiene sentido, recuerda la fábula del helecho y el bambú.
Había una vez un carpintero que parecía tener su vida resuelta. Tenía su taller, una mujer a la que amaba y dos hijos. Sin embargo, un día comenzó a tener menos pedidos, por lo que empezaron a haber problemas económicos en la casa.
El hombre quería cuidar su trabajo, y para hacerlo comenzó a intentar distintas formas de sacar su taller adelante, pero ninguna daba resultado. Los problemas económicos comenzaron a generarle problemas con su mujer y los niños, al verlos tristes y peleados, empezaron a tener dificultades en el colegio.
El carpintero se sentía desanimado: nada de lo que hacía parecía tener sentido, puesto que las cosas iban cada vez peor. Un día, a punto de tirar la toalla, decidió ir al bosque a ver a un viejo sabio.
Había caminado una media hora por el bosque, cuando se encontró con el anciano. Este tenía una casa humilde y al ver al carpintero lo invitó a pasar para que tomaran un té. Notó la preocupación en su semblante y le preguntó qué le pasaba. El carpintero le relató sus desventuras, mientras el anciano lo escuchaba atenta y serenamente.
Cuando terminaron de tomar el té, el anciano invitó al carpintero para que fuera a un esplendoroso solar que había en la parte trasera de la casa. Allí estaban el helecho y el bambú, al lado de decenas de árboles. El anciano le pidió que observara ambas plantas y le dijo que tenía que contarle una historia.
“Hace ocho años tomé unas semillas y planté el helecho y el bambú al mismo tiempo. Quería que ambas plantas crecieran en mi jardín, porque las dos me resultan muy reconfortantes. Puse todo mi empeño en cuidarlas a ambas como si fueran un tesoro.
Poco tiempo después noté que el helecho y el bambú respondían de manera diferente a mis cuidados. El helecho comenzó a brotar y en apenas unos meses se convirtió en una majestuosa planta que lo adornaba todo con su presencia. El bambú, en cambio, seguía debajo de la tierra, sin dar muestras de vida.
Pasó todo un año y el helecho seguía creciendo, pero el bambú no. Sin embargo, no me di por vencido. Seguí cuidándolo con mayor esmero. Aun así, pasó otro año y mi trabajo no daba frutos. El bambú se negaba a manifestarse.
Tampoco me di por vencido después del segundo año, ni del tercero, ni del cuarto. Cuando pasaron cinco años, por fin vi que un día salía de la tierra una tímida ramita. Al día siguiente estaba mucho más grande. En pocos meses creció sin parar y se convirtió en un portentoso bambú de más de 10 metros. ¿Sabes por qué tardó tanto tiempo en salir a la luz?”. El carpintero, después de escuchar la historia, no tenía idea de por qué el bambú había tardado tanto en manifestarse.
Entonces, el anciano le dijo:
“Tardó cinco años porque durante todo ese tiempo la planta trabajaba en echar raíces. Sabía que tenía que crecer muy alto y por eso no podía salir a la luz hasta que no tuviera una base firme que le permitiera elevarse satisfactoriamente. ¿Comprendes?”.
El carpintero, entonces, comprendió que todas sus luchas estaban destinadas a echar raíces. Y que el hecho de no ver los frutos de su trabajo en ese momento no significaba que estuviera perdiendo el tiempo, sino que se estaba haciendo más fuerte.
Antes de dejarlo ir, el anciano le dio al carpintero un último mensaje:
“La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante“.
Esta historia debe recordarte que no importa cuánto tarde algo en dar sus frutos. Lo más importante en un momento difícil no es buscar a toda costa ver resultados. En cambio, lo fundamental es trabajar arduamente en las raíces. Pues sólo gracias a ellas podrás crecer y convertirte en la mejor versión de ti mismo.
Fuente: Bioguia