Familia siempre será familia, solía decir mi abuelo. Y sí, siempre será porque compartimos sangre, pero la realidad es que cuando no están, es muy difícil sentirte como tal.
Yo nací en una familia enorme, con 10 tíos y más de 20 primos, contando sólo los de un lado. Y estoy segura que muchos compartimos eso, porque nuestras abuelitas todavía fueron de las mujeres que trajeron al mundo a más de 5 hijos.
Pensar en mi árbol genealógico me agobia, porque hay primos, tíos y familiares que jamás he visto, lo que me pone a pensar si ellos en realidad son familia o sólo son parientes.
Para mí la familia es ese núcleo que además de compartir sangre y genes, se procura y comparte tiempo, sabiduría y amor. No importa si nos vemos una vez al año, estamos al pendiente gracias a las redes sociales y a la tecnología, vemos a nuestros hijos crecer a través de fotos y cuando llega el momento de reunirnos, es como si no hubiera pasado el tiempo.
Pero, cuando la familia no quiere compartir, no se preocupa, no conoce a tus hijos, no quiere ser parte, duele y mucho. Uno va por la vida con ese vacío de hogar tratando de que sus hijos no lo resientan y no sufran ese abandono de sus abuelos o sus tíos.
Es ahí cuando la palabra familia toma otro significado y se le asigna a las personas que sin tener la misma sangre te abren las puertas de su casa y te dejan ser un miembro más, son los amigos que están siempre, que te conocen más que tus propios primos, que ven a tus hijos desde el primer día que nacieron y ahora son tíos por elección, que siempre preguntan si necesitas algo, que sabes que en el momento que necesites alguna cosa ellos podrán ayudarte.
Esa es la familia que uno elige y que procura para mantener ahí porque hace bien, suma y aporta, muchas veces más que la propia.
Fuente: Naranxadul