Aunque mis hijos nunca te conocieron, quiero decirte, mamá, que sigues siendo su abuelita. Y aunque hoy tal vez estés en el cielo, te aseguro que ellos te conocerán.

Nunca tuviste la oportunidad de cargar sus cuerpos diminutos al nacer, ni de decirme cómo tenía que bañarlos o cambiarlos por primera vez.

Te perdiste sus primeras papillas, los paseos por el parque, sus primeros pasos y caídas. Y mis llamadas en la noche por no saber qué hacer con la fiebre y los golpes en la cabeza.

Nunca les diste besos en la barriguita que tronaban, como nos hacías a mí y a mis hermanos de pequeños, ni oliste sus pies antes de bañarlos para decirles ‘fúchila’ con tu voz de travesura.

Nunca escuchaste sus primeras palabras, sus gritos de emoción por verte y decirte «tita», «nana», «mamá» o algún apodo especial de abuelita que te hiciera sentir orgullosa y derritiera tu corazón cada vez que lo escucharas.

Ellos se perdieron tus comidas deliciosas, tus postres y el pavo de Navidad. Nos perdimos las primeras Navidades juntos, y aunque siempre estás con nosotros, me hubiera gustado una última foto familiar.

Nunca podremos hacer muchas de las cosas que tenía en mente cuando imaginé mi vida como mamá, jamás pensé perderte antes de hacerlo, es por eso que hoy quiero que sepas que aunque ya no estás aquí, me aseguraré de que ellos conozcan a la gran mujer que fuiste y todo lo que nos enseñaste, para que te lleven en su corazón.

Quiero que sepan cuál era tu comida favorita, tus canciones que te hacían bailar por la sala, lo que te hacía enojar y tu platillo estrella. Les contaré de tu risa contagiosa y de las cosas que siempre te hacían reír.

Que seas más que una foto en la sala o en el álbum familiar, más que una vajilla o tu colección de cucharitas.

Quiero contarles de tu superpoder de siempre reconocer qué nos pasaba con solo escuchar nuestra voz. Recuerdo cuando te llamaba después de haber llorado y con solo decirte mamá tu ya sabías que estaba triste. Espero haber heredado eso de ti porque eran las cosas que me hacían sentir más segura a tu lado.

Siempre les diré que dabas los mejores abrazos. No porque fueras pachoncita, sino porque cubrían perfectamente mi cuerpo. Sé que mis hijos se hubieran dormido al instante contigo, con tus brazos llenos de amor.

Les enseñaré las estrellas y les diré que tú eres una de ellas, que nos cuidas desde el cielo, para que cada noche te hablen y encuentren seguridad en ti, como si fueras nuestro ángel de la guarda.

Los valores que tu nos diste y siempre defendías, los heredaré como algo familiar que pasará de generación en generación.

Veo a tus nietos y también te veo a ti, en sus gestos, en la forma en la que su boca dibuja una sonrisa, en el carácter. Siempre se los digo y se los diré, porque aunque para ellos es difícil entender cómo alguien que nunca han visto o tocado está tan presente siempre, quiero construir memorias de ti.

Te he extrañado tanto en esta etapa de mi vida, jamás pensé que me hicieras tanta falta. A veces pienso en todo lo que te has perdido, pero no tengo rencor contra la vida, tenías que irte en tu momento.

Sé que estás aquí, que nos ves, que nos cuidas, que te ríes de las cosas chistosas que pasan. Siento todavía tu calor, sobretodo en las noches que sueño contigo, para mí son pequeñas visitas que me haces.

Visítalos a ellos en sueños también. Porque quiero que también tus nietos sientan tu presencia.

Fuente: Naranxadul